Casarse para perder todo

«Mi hermano y mi cuñada se casaron en Corea del Sur unos días antes, por lo que podemos decir que me reuní con ellos en su luna de miel en Corea del Norte. Este país es bastante polémico en Occidente y teníamos ganas de verlo más de cerca, incluso si lo que nos iban a enseñar no era más que una falsa.

La estancia fue muy interesante, una mezcla entre publicidad y ficción. Sin embargo, los momentos más importantes para mí fueron en los que pude entrar en contacto con los norcoreanos. Una vez, en un parque, bailé una coreografía tradicional con un grupo de adolescentes. Sin decir una sola palabra, creamos un lazo muy importante.

Por otro lado, nuestros guías eran nuestro mejor contacto con la vida cotidiana. Los extranjeros están obligados a tener dos guías, una mujer y un hombre, en los que uno de ellos es un miembro del partido. Tuvimos mucha suerte con ellos ya que estaban tan interesados en nosotros como nosotros de ellos. Enseguida decidí sentarme al lado de la mujer durante los trayectos en bus y tuvimos varias conversaciones sobre nuestras vidas y la vida de nuestros amigos. Gracias a ella, aprendí que la situación de las mujeres es particularmente dura en Corea del Norte. No solamente tienen que seguir el régimen comunista increíblemente exigente, sino que, además, según el confucianismo, en cuanto se casan, ellas son enteramente responsables de las tareas domésticas y del cuidado de  los niños. Por lo tanto, viven no solo en uno, sino en dos regímenes opresivos.

Lo que me sorprendió fue que, según mi guía, el confucianismo se aplica casi exclusivamente en el matrimonio. Fuera de este, las chicas podían tener casi las mismas posibilidades de estudio y había una mayoría de mujeres en la mayoría de trabajos prestigiosos, como el de la medicina y el de la investigación. No obstante, el partido está dirigido por hombres y hay más leyes que restringen los derechos de las mujeres, por ejemplo, la prohibición de montar en bicicleta. Lo que me sorprendió de esta experiencia fue la diversidad de opresores de las mujeres. Se encuentran en todas las sociedades y a menudo son las mujeres solteras las que viven bajo restricciones muy severas. En Corea del Norte no es exactamente así. De hecho, las mujeres solteras son más libres que sus congéneres casadas. Para mi guía, la decisión estaba tomada: no iba a casarse nunca.»