Calor, sol y grandes emociones
Una mujer francesa agradecida de poder apreciar instantes de vida que podrían parecer banales para otros

«Después de varios años de estudios, decidí partir al extranjero y la destinación que escogí fue Australia. No conocía nada de ese país, había recibido muchas ideas, prejuicios: pensaba que había canguros en mitad de la ciudad, que los australianos no eran personas muy abiertas de mente, que iba probablemente a sufrir racismo. Pero soy una aventurera y sé cómo reaccionar frente a la hostilidad.

Muy poco tiempo después de haber tomado esta decisión, me fui y cogí el avión. Un viaje muy largo. Recuerdo partir de Francia por la noche y llegar a Sydney de día. Hacía mucho calor y estaba soleado. Salí de Francia en diciembre. ¡Qué cambio! ¡Estaba genial!

Salí del aeropuerto con mucha ilusión, y encima hacía sol y calor. 

Después cogí un taxi para llegar al hotel y pasamos cerca de una gran playa con una vegetación magnífica en los alrededores. Todo era increíble, ¡maravilloso! Encima lo dice alguien que tiene discapacidad visual, lo que capto, lo hago de manera intensificada. Mi cerebro debe reaccionar de manera que pueda apreciar más lo que veo que otros. Tengo la visión alterada a causa de una enfermedad poco común que afecta algunas células retinales. Me impide ver de lejos y a 180º. Mi campo visual está muy reducido. Por lo que agradezco tener un resto visual que me permite todavía apreciar los instantes de vida que podrían parecer banales a otros. Cuando mis cinco sentidos se encuentran en acción, aprecio estos instantes de felicidad. Por lo que sentir el sol sobre mi piel, escuchar la multitud, el ruido de las aves, el viento sobre mi piel, ver el mar, etc. es extraordinario. Yo me encontraba en el paraíso. »